Es uno de los temas que más
sigue afectando a la sociedad en general, no teniendo distinción en raza,
genero, nivel socioeconómico o edad. El alcoholismo, no es más que la conducta
de ingerir alcohol bien sea asociado a factores biológicos, psicológicos y
sociales. Siendo de esta manera, los factores que se vinculan directamente con
la etiología de los trastornos alcohólicos.
Una vez establecido esto, se
puede definir entonces que el alcoholismo es la consecuencia de consumir tanto
alcohol, provocando así algunas modificaciones en el organismo, que se vinculan
principalmente al daño del tejido cerebral, tal como es reflejado en el
síndrome de abstinencia. De tal manera, se reflejan trastornos en la conducta,
alteraciones a nivel psicológico y aunado a esto, los diversos cambios y
problemas que afectan sobre todo a familiares y la vida laboral del que sufre
dicha condición.
En muchas culturas, el consumo
de alcohol es visto como una práctica normal, vinculada sobre todo a una
ingesta recreativa, festiva e integradora. Sin embargo, cuando ya sobrepasa los
límites de lo cultural, se adopta la conducta de beber alcohol frecuentemente.
La responsabilidad de la influencia recae entre otras cosas, por el alto
contenido de publicidad y la facilidad de acceso a las bebidas alcohólicas, por
lo que terminan siendo el gran problema de salud pública como lo es el
alcoholismo.
En este sentido, el tratamiento
alcoholismo puede que fracase
por el concepto erróneo que pueda darse a esta enfermedad, y en algunos casos
desconociendo las principales necesidades a cubrir en los pacientes
alcohólicos. Una de las causas de estos resultados fallidos, es que socialmente
se cree que llegar a sufrir de alcoholismo es cuestión de decisión propia,
dejando así toda la responsabilidad sobre la propia persona a tomar la decisión
de dejar el alto consumo de alcohol o no.
Si se analiza con
detenimiento, se podría dar razón a esa teoría que cultural y socialmente a
tomado poder. Sin embargo, yendo al punto de vista científico, el alcoholismo
ya es catalogada como una enfermedad que escapa del control de quien la padece.
Esto, porque al consumir tanto alcohol el cerebro llega a adaptarse de forma
patológica, experimentando así los distintos cambios bioquímicos que modifican
el comportamiento y pensamiento. Tras el efecto de la necesidad compulsiva e
incontrolable de beber, la persona llega a padecer de la adicción.
Los daños cerebrales son
producidos por el mismo alcohol, conllevando además a que no comprenda los
daños que provoca su alto consumo y no permita que cambie su estilo de vida
adictógeno. Para comenzar con el tratamiento, es necesario entonces tener el
diagnostico certero, y tener en cuenta el trabajo mancomunado entre
especialistas de la psicología, el ámbito biológico y quien preste ayuda
social. Para cada persona se debe individualizar su caso, ofreciendo así un
estudio analítico, pruebas médicas y tets psicológicos.
Seguidamente se instaura el
tratamiento en el ambiente hospitalario, donde el objetivo principal será la
desintoxicación del organismo, al igual que mantener el control de los síntomas
consecuentes, tal como lo es el síndrome de la abstinencia. Al mismo tiempo, se
mantendrá un acompañamiento para una mejor asimilación del proceso, y por
último trabajar en el nuevo estilo de vida que adaptara la persona, en la vida
familiar, social y laboral.